Hace muy poquito me mudé. Dejé un lindo lugar, un departamento chiquito pero muy cómodo y agradable.
En ese lugar tenía un vecinito: Andrés —Andrecito le decíamos todos en el edificio—. Andrecito tiene entre 9 y 11 años (no recuerdo bien), vive con sus padres en el departamento que está pegado al que yo ocupaba, y tiene una particularidad: le gusta tocar el piano; más aún, le gusta tocar tango; quiere aprender a tocar tango. Si, si, tiene 10 años y él lo que quiere es aprender a tocar tango en el piano.
Afortunadamente —sobre todo para él— sus padres pudieron comprarle un órgano, o algo así. Uno de esos instrumentos que simulan sonar como un piano y que permiten dar los primeros pasos con el instrumento. Además Andrecito toma clases con una profesora que le enseña música.
Imagínense. Una tortura. En cuanto tenía un ratito, Andrecito se sentaba en el pianito y entraba a darle lata; a practicar y querer tocar algunas piezas de tango. Y así oscilaba entre ejercicios de digitación, solfeo y su amor por el tango. A raíz de ésto, comencé a sospechar que tocar tango —al menos en el piano— no es algo simple; la verdad es que los primeros intentos suenan bastante fuleros y desagradables. Una lágrima, un espanto.
Entonces, bueno, ahí pasaba yo mis días, compartiendo —o padeciendo— las ilusiones que tenía Andrecito de tocar tango en su pianito. Y digo compartiendo porque si algo caracterizaba a Andrecito era su solidaridad; nada de egoísmos, el volumen siempre bien alto cosa que yo pueda apreciar su proceso de aprendizaje.
La verdad es que Andrecito avanzaba rápido, aprendía rápido. De todas formas, había que aguantarlo, cuando se emocionaba entraba a darle el pianito que no sabes.
Hoy estoy finalmente mudado; y el destino me ha castigado. Ahora tengo como vecinos a 2 hermanitos que escuchan cumbia villera todo el día. Wiki-wiki-wiki-wiki-wiki todo el día. Todo-el-día.
Andrecito tocaba y practicaba con su piano durante algunos momentos del día porque tenía otras actividades: iba al colegio, practicaba fútbol y creo que hacía también natación. Durante la semana le entraba al pianito 2 días: martes y jueves; una horita cada día —más o menos—. Los sábados a la mañana a lo mejor le daba un poquito más, 2 horas; y algún que otro domingo por la tarde otras 2 horitas; pero no más que eso.
Estos nuevos vecinitos que tengo ahora parece que no hacen nada más que escuchar cumbia. Todo lo que hacen es eso. Viven por y para eso. Wiki-wiki-wiki-wiki-wiki todo el día. De lunes a lunes. Mañana tarde y noche. Y no conformes con darle al wiki-wiki-wiki, también cantan a los gritos: que tirate un paso, que se te ve la tanga, que el perreo, que mami para acá, que mami para allá y no se que otro montón de barbaridades más.
¡Volvé Andrecito! ¡Por favor, volvé!
¡Un piano de cola te compro para que puedas ensayar tus tangos!
Por favor, no me abandones en medio de esta locura.