El compositor de música clásica, Felipe Giammarco, apuñaló a un cantante folk.
La hoja del cuchillo (angosta y puntiaguda) penetró el pulmón derecho y, al salir por el flamante orificio, Felipe oyó un sonido similar al que generan ciertos instrumentos de viento. —“La bemol” susurró el compositor mientras secaba la sanguinolenta hoja en su pantalón.
Acto seguido apuntó y pinchó el otro pulmón. Quitó el cuchillo. “La sostenido… un pulmón más pequeño, sin dudas.”
La vida de Giammarco cambió para siempre, no por haberse convertido en un asesino, sino por la incontenible necesidad de experimentar las posibilidades del novedoso instrumento.
Compuso un adagio y debió pinchar y registrar el sonido del viento de más de 200 pulmones hasta obtener las notas exactas para su obra.
Antes de ser esposado en su propio estudio de grabación, Felipe le hizo escuchar al sargento Bermudez su creación.
El policía, melómano, cerró los ojos, inclinó la cabeza y lagrimeó.
Autor: @gastonportal68