Amor potencial

Estar en el lugar justo y en el momento justo permite captar imágenes o diálogos como el que transcribo a continuación:

—Vea. Yo puedo ser su amigo si usted quiere. No trataré de seducirla ni me pondré romántico ni le haré propuestas indecorosas. Pero sepa que yo necesito que exista un amor potencial. Me resulta indispensable que exista una posibilidad en un millón de que algo surja entre nosotros. Le aclaro que es probable que si se da esa circunstancia yo salga corriendo. Pero es únicamente en virtud de esa remotísima chance que yo estoy aquí oyendo su conversación como un imbécil.

El Psicoanálisis y los Hombres Sensibles

Jorge Allen es un buen muchacho; eso dicen sus amigos. Quienes sólo lo conocen, como Alejandro Dolina, utilizan adjetivos más variados.

[ …. ]

Jorge Allen regresó varias veces a ver a su terapeuta. Comprendió perfectamente su caso, lo cual no le sirvió de nada: La chica de La Paternal se casó con un consignatario de Alberti. Enterado de esta tragedia, el enamorado anunció a Finkel, su analista, su decisión de interrumpir el tratamiento.

—Usted no entiende —sentenció el analista—; el punto es ubicarlo a usted ante la realidad para que la acepte y supere el dolor.

—No deseo superar el dolor. Ya he perdido a la mujer que quería. ¿Pretende usted dejarme también sin el sufrimiento? Dígame cuánto le debo.

Asmodeo y el Ruso Salzman

El Ruso Salzman era un conocido timbero oriundo del barrio de Flores. Durante muchos años era imposible sentarse en una mesa de juego y que alguien no lo conozca; aunque sea de nombre.

Supongo que por no haber mucha información sobre él, Salzman es mucho menos conocido que Asmodeo. De todas formas esto es algo que, aparentemente, a Asmodeo no le preocupaba.

Éste es el diálogo que mantuvieron Asmodeo y el Ruso Salzman, y del que de alguna forma Alejando Dolina fue testigo:

Asmodeo: Soy Asmodeo, inspirador de tahúres y dueño de todas las fichas del mundo. Conozco de memoria todas las manos que se han repartido en la historia de las barajas. También conozco las que se repartirán en el futuro. Los dados y las ruletas me obedecen. Mi cara está en todos los naipes. Y poseo la cifra secreta y fatal que han de sumar tus generalas cuando llegue el final de tu vida.

Salzman: ¿No desea jugar un chinchón?

Asmodeo: No, Salzman. Vengo a ofrecerle el triunfo perpetuo. Con sólo adorarme ganarás siempre a cualquier juego.

Salzman: No sé si quiero ganar.

Asmodeo: ¡Imbécil…! ¿A caso quieres perder?

Salzman: No. Tampoco quiero perder.

Asmodeo: ¿Qué es lo que quieres entonces?

Salzman: Jugar. Quiero jugar, maestro… Hagamos un chinchón.