El Ruso Salzman era un conocido timbero oriundo del barrio de Flores. Durante muchos años era imposible sentarse en una mesa de juego y que alguien no lo conozca; aunque sea de nombre.
Supongo que por no haber mucha información sobre él, Salzman es mucho menos conocido que Asmodeo. De todas formas esto es algo que, aparentemente, a Asmodeo no le preocupaba.
Éste es el diálogo que mantuvieron Asmodeo y el Ruso Salzman, y del que de alguna forma Alejando Dolina fue testigo:
Asmodeo: Soy Asmodeo, inspirador de tahúres y dueño de todas las fichas del mundo. Conozco de memoria todas las manos que se han repartido en la historia de las barajas. También conozco las que se repartirán en el futuro. Los dados y las ruletas me obedecen. Mi cara está en todos los naipes. Y poseo la cifra secreta y fatal que han de sumar tus generalas cuando llegue el final de tu vida.
Salzman: ¿No desea jugar un chinchón?
Asmodeo: No, Salzman. Vengo a ofrecerle el triunfo perpetuo. Con sólo adorarme ganarás siempre a cualquier juego.
Salzman: No sé si quiero ganar.
Asmodeo: ¡Imbécil…! ¿A caso quieres perder?
Salzman: No. Tampoco quiero perder.
Asmodeo: ¿Qué es lo que quieres entonces?
Salzman: Jugar. Quiero jugar, maestro… Hagamos un chinchón.