Todo el mundo admira la obra de Borges. Se lo cita hoy día tan a menudo como antes se lo citaba a Paul Valéry, otro poeta cerebral. El motivo es que Borges era extremadamente culto, inteligente, imaginativo e ingenioso, y escribía como los ángeles (como se diría en inglés). Casi todo lo que escribió es interesante, particularmente para los intelectuales.
Pero también hay quién piensa que a Borges le faltó algo.
¿Qué? Tengo la osadía de proponer que carecía de empatía: que no simpatizaba con sus personajes. Propongo esta idea con osadía porque carezco de credenciales literarias y porque soy consciente de que estoy haciendo psicología de butaca.
Creo que Borges admiraba, temía o despreciaba a la gente. Pero ¿alguna vez se compadeció de alguien o amó a alguien al punto de sacrificar algo? Si hemos de juzgar por sus personajes, Borges no le tuvo lástima ni amó apasionadamente a persona alguna. En efecto, ninguno de sus personajes es entrañable. Al menos, yo no querría ser amigo de ninguno de ellos.
Nos reímos de Don Quijote y de Sancho Panza, pero también nos encariñamos con ellos. No apreciamos al Doctor Bovary, pero nos da pena. También le tenemos lástima al Coronel a quien nadie escribe, de García Márquez, aunque no lo admiramos.
Quién lee poemas, cuentos o novelas no busca información ni gimnasia intelectual. Busca emoción, asombro o diversión. Borges me asombra, interesa y admira, pero no me emociona. En cambio, el francés Le Clézio, el danés Peter Hoegg, el brasileño Jorge Amado, el portugués José Saramago, el indo-canadiense Rohinton Mistry, el albanés Ismail Kadaré, la sudafricana Nadine Gordimer, el nigeriano Wole Soynika, el egipcio Naguib Mahfouz, el australiano Peter Carey, el español Miguel Delibes, el norteamericano Kurt Vonnegut y muchos otros me emocionan además de asombrarme y divertirme. Que esto es arte ardiente y perdurable: su capacidad de emocionar.
Creo que Borges fue más porteño «piola» (astuto) que lo que le hubiera gustado ser. Por si no lo sabía la lectora, el porteño piola de aquellos tiempos era despreciativo y perdonavidas, hacía alarde de pellejo duro y de intelecto superior, era escéptico y cínico. Si lo sabré yo, que fui porteño casi la mitad de mi vida. Tanto lo fui, que en mi juventud lo elogiaba a Borges, a quien respetaba intelectualmente, por ser el mejor escritor inglés en lengua castellana.
Si mi hiótesis fuera verdadera, explicaría porqué la obra de Borges admira pero no conmueve. Fue escrita con la corteza cerebral, sin participación del sistema límbico. Es fría y distante como una escultura moderna, o como la música atonal.
Me corrijo: así veo yo la obra de Borges. Admito que otros puedan sentirla de maneras diferentes, acaso por identificarse con el autor o con alguno de sus personajes. Para averiguar la verdad habría que hacer una investigación experimental de la apreciación estética de la obra de Borges. ¿Se anima? Yo tampoco.