Sobre el derecho al olvido

El derecho al olvido es un concepto activo, y no una cosa abstracta, que pretende borrar o modificar el pasado para de esa forma, modificar el presente y también el futuro.

Todos tenemos derecho a equivocarnos. Todos tenemos derecho a cambiar de pensamiento, de opinión, de forma de ser y de actuar. También tenemos derecho a cambiar todo lo que necesitemos y consideremos que nos permite crecer y avanzar. Tenemos derecho a cambiar cualquier cosa que antes hacíamos mal y que ahora ahora podemos o sabemos hacer mejor. Eso sí, debemos ser honestos y valientes para reconocer nuestros cambios, que antes procedíamos de una forma y que hoy lo hacemos de otra; de alguna manera reconocer y aceptar que con el conocimiento que tenemos hoy, antes actuábamos mal o de una manera equivocada.

Es sólo en ese contexto en el que podemos exigir ─y también recibir─ el derecho al olvido, el derecho a no ser juzgados ─o prejuzgados─ por cosas que hayamos dicho o pensado antes; en el contexto de la valentía y la franqueza: antes pensaba o creía tal cosa, hoy me doy cuenta que estaba equivocado: hoy soy distinto.

Pero, ¿cómo podría alguien olvidar algo que desconoce? ¿Cómo podríamos garantizar ese derecho al olvido si, simplemente, ignoramos o borramos lo que pasó? ¿Cómo podría alguien ser mejor persona hacia adelante tapando y ocultando su pasado? ¿Cómo podríamos aprender de los errores, propios y ajenos, si todo el tiempo intentamos esconderlos, tacharlos y negarlos?

Me hago estas preguntas porque por estos días está muy de moda que algunas personas intenten borrar parte de su pasado, solicitando a los motores de búsquedas y otros servicios de indexación de contenidos, que quiten de sus resultados toda información vinculada a hechos desafortunados (algunos realmente no tan graves, como un tuit enviado sin pensar) que ellos prefieren ocultar (o negar), alegando en su pedido que ejercen el derecho al olvido.

Alguien que solo pretende borrar el pasado, no es alguien que intenta mejorar y superarse, es un oportunista. Un farsante. Un caradura. Es alguien que nunca obtendrá el derecho al olvido porque siempre estará repitiendo, una y otra vez, de forma constante lo mismo: cambiar según le convenga.

El tiempo es el olvido; el tiempo es la memoria. El tiempo hará que recordemos lo que debemos recordar y el tiempo hará que olvidemos lo que debemos olvidar. Forzar el recuerdo y el olvido no servirá de mucho, porque no podemos forzar el tiempo, y es él el que cubre, y descubre, el que olvida y recuerda, el que nos ayuda y fuerza a aprender del pasado; incluso aprender a no forzar el olvido, a no borrar el pasado.

Indique su destino

catchmeMe sorprende la liviandad con la que las máquinas expendedoras de boletos exigen (porque lo exigen, no es algo opcional) que uno indique su destino; ¡como si eso fuera tan fácil! Pudiendo utilizar frases como «hasta donde viaja», «final de su viaje», o cosas por el estilo, ellas se han empeñado en solicitar que «indiquemos nuestro destino», y no conformes con esto limitan la elección de nuestro destino a una serie de 10 o 15 localidades o estaciones, como si éstas pudieran englobar o abarcar todo nuestro destino. Veo difícil que «Floresta» pueda incluir «infortunio, felicidad, futbolista, amor, escritor, orador», por nombrar sólo algunos destinos que alguna persona podría tener —o añorar— para su vida. ¿Será acaso éste un artilugio del mismo destino y una forma de lograr nuestra indiferencia frente a semejante palabra o frase? Las personas desfilan indiferentes frente a las máquinas, y sin dudarlo señalan que su destino es «Villa Rosa», por ejemplo, y así vacían -inconscientemente- de sentido y contenido a la palabra «destino».

Algún intento de engaño creo que hay en todo esto. En otros idiomas hay palabras especiales para referirse al destino en tanto esa fuerza superior y desconocida que marca y señala el camino de nuestras vidas, y al destino en tanto la meta o punto final de un viaje. Por ejemplo en inglés se utiliza destiny para el primero de los casos y destination para el segundo. De esta forma, una máquina expendedora de boletos nunca le solicitará a alguien indique su destiny, sino que solicitará, por el contrario, que el usuario indique su destination.

Afortunadamente nos queda bajo la manga el artilugio del truco; del engaño. Indicarle a esta máquina que nuestro destino es «Colegiales», por ejemplo. Nosotros sabremos muy bien que ése no es nuestro destino, y que tampoco descenderemos en esa estación; pero la máquina creerá habernos engañado, se creerá conocedora de nuestro destino y nos dará nuestro boleto. Ambos habremos logrado lo que nos proponíamos, pero sin duda nosotros habremos ganado.

Treinta y dos

globos    «Todos los números son interesantes», dijo Martin Gardner, y mucha razón tenía.

32 es la quinta potencia de dos,
es el código telefónico internacional de Bélgica.
A los 32º Fahrenheit el agua se congela;
32 piezas se disponen sobre un tablero de ajedrez,
y hay 32 piezas dentales hay en nuestra boca.
32 es también un número compuesto,
al mismo tiempo que es un número defectivo.
Por estas, y algunas otras cosas
32 es un número interesante y especial.

Solemos prestar atención a los cambios de década, pero cumplir 32 años tienen una particularidad muy interesante; casi más interesante que un cambio de década. Hasta el año pasado, yo podía describir mi edad utilizando 5 bits —los mismos 5 bits que vengo utilizando desde los 16—, pero a partir de hoy necesito, como mínimo, 6 bits. Esto es bastante importante e interesante, ya que, con estos 6 bits, me alcanzará hasta los 63 años.

Por estas, y varias cosas más, el cumpleaños número 32 es muy especial; y créanme que estoy muy contento y feliz de poder cumplirlos.

¡Feliz cumpleaños a mi! 🙂

Caídas

                       No todas
                               las caídas
                                           son tan
                                                      malas

Instant-taneas

Vivo a media cuadra de una plazoleta. A lo mejor “plazoletita” sería más justo, ya que el lugar es realmente chiquito. No hay hamacas, ni bebederos, ni juegos, ni arenero; sólo 2 árboles y 2 bancos típicos de plaza. En esta plazoleta se suelen juntar algunos cuantos pibes que, me parece, son alumnos de un secundario que está a unas 3 o 4  cuadras de ahí. El lugar me queda de paso, y casi siempre que salgo (o vuelvo) paso por ahí.

Hace unos días —10 o 12 más o menos— al pasar por la placita vi que había un pibe, de entre 15 y 17 años. Estaba solo y sentado en el único pedacito con sol de uno de los bancos. Los autos me obligaron a esperar antes de cruzar la calle y quedamos a unos 3 metros de distancia uno del otro. Giré la cabeza para verlo (por costumbre y algo de desconfianza innata) y vi que tenía una guitarra; bueno, eso es lo que me pareció por el estuche.

—Flaco, ¿te puedo hacer una pregunta? —me dijo con una voz que sonó bastante tímida—.

—Si —dije en forma seca y poco amigable, porque la verdad es que me imaginaba que me iba a pedir guita, o algo así.

—¿Qué canción le podría cantar a una chica?

—Depende de la chica —dije medio esquivando el tema—.

—De mi edad… —me dijo mientras se tapaba el sol en la cara con una mano—.

—¿Tu novia? —le pregunté todavía sin darme vuelta hacia él—.

—No. Bah, no se si va a ser mi novia…. —me dijo y se rasco la cabeza en un claro gesto de timidez—.

—¿Vos la querés? —pregunté dándome vuelta hacia él—.

—Si, ¡más vale! Y no sé que le podría cantar. Algo que no sea difícil, porque todavía no toco bien la guitarra —dijo mientras señalaba con la cabeza el estuche—.

¡Justo a mi me viene a preguntar eso! Yo debo tener, más o menos, la misma sensibilidad que una baldosa o una palangana….Ya había empezado a rascarme la cabeza cuando de repente se me apareció una canción….

—”Me salva tu amor” —le dije—.

—”Me salva tu amor”, de Ignacio Copani —le repetí—.

—¿La conocés? —le pregunté mientras me daba cuenta que se me había caído una sota (una como mínimo)—

—No, ni idea —dijo levantando los hombros—.

—Buscála en la web. Creo que es fácil de tocar, y la letra está buena; la idea está buena. Incluso la vas a poder adaptar y acomodar como más te guste —le dije con una sonrisa—.

—Pará que anoto. “¿El alba de tu amor?” —me preguntó con bastante duda—.

—No. “Me salva tu amor”, de Copani. —corregí amablemente—.

—Ok. La busco y veo.

—¡Dale! ¡Suerte, eh!

—Bueno. ¡Gracias!

Seguí mi camino. Crucé la calle con una sonrisa, una sonrisa de tranquilidad (no sé si llegaba a felicidad). No sé porqué, pero sentía que había “acertado”; claramente no podía saber si había respondido bien o mal, pero sentía que estaba bien lo que había dicho.

Bueno, hasta acá algo más o menos normal: la calle, dos desconocidos, un diálogo y una de las partes que queda satisfecha con lo hecho. Punto. Una historia más. No es importante. Que pase el que sigue. El tema es que -recién me entero- esto no terminó ahí.

Acabo de volver a pasar (recién, recién) por la placita: hay un chico y una chica; el pibe rasca la guitarra mientras creo que canta “sólo me salva tu amor“. No había tráfico, ningún auto me obligó a detenerme -y creo que tampoco no me hubiera detenido-. Seguí caminando haciéndome bien el gil, pero con la oreja bien parada, y sí: el pibe estaba cantando me salva tu amor, sólo me salva tu amor.

Ahora también tengo una sonrisa. Andá a saber cómo terminará esa historia. Parece que al él la canción le gustó. ¿Le habrá gustado a ella? Imposible saberlo. Ojalá que por lo menos el pibe ligue un beso, aunque sea un beso medio robado, pero un beso al fin. Creo que se lo merece.

Acá dejo un link para el que quiera escuchar la canción.

Mudanza (los vecinos)

Hace muy poquito me mudé. Dejé un lindo lugar, un departamento chiquito pero muy cómodo y agradable.

En ese lugar tenía un vecinito: Andrés —Andrecito le decíamos todos en el edificio—. Andrecito tiene entre 9 y 11 años (no recuerdo bien), vive con sus padres en el departamento que está pegado al que yo ocupaba, y tiene una particularidad: le gusta tocar el piano; más aún, le gusta tocar tango; quiere aprender a tocar tango. Si, si, tiene 10 años y él lo que quiere es aprender a tocar tango en el piano.

Afortunadamente —sobre todo para él— sus padres pudieron comprarle un órgano, o algo así. Uno de esos instrumentos que simulan sonar como un piano y que permiten dar los primeros pasos con el instrumento. Además Andrecito toma clases con una profesora que le enseña música.

Imagínense. Una tortura. En cuanto tenía un ratito, Andrecito se sentaba en el pianito y entraba a darle lata; a practicar y querer tocar algunas piezas de tango. Y así oscilaba entre ejercicios de digitación, solfeo y su amor por el tango. A raíz de ésto, comencé a sospechar que tocar tango —al menos en el piano— no es algo simple; la verdad es que los primeros intentos suenan bastante fuleros y desagradables. Una lágrima, un espanto.

Entonces, bueno, ahí pasaba yo mis días, compartiendo —o padeciendo— las ilusiones que tenía Andrecito de tocar tango en su pianito. Y digo compartiendo porque si algo caracterizaba a Andrecito era su solidaridad; nada de egoísmos, el volumen siempre bien alto cosa que yo pueda apreciar su proceso de aprendizaje.

La verdad es que Andrecito avanzaba rápido, aprendía rápido. De todas formas, había que aguantarlo, cuando se emocionaba entraba a darle el pianito que no sabes.

Hoy estoy finalmente mudado; y el destino me ha castigado. Ahora tengo como vecinos a 2 hermanitos que escuchan cumbia villera todo el día. Wiki-wiki-wiki-wiki-wiki todo el día. Todo-el-día.

Andrecito tocaba y practicaba con su piano durante algunos momentos del día porque tenía otras actividades: iba al colegio, practicaba fútbol y creo que hacía también natación. Durante la semana le entraba al pianito 2 días: martes y jueves; una horita cada día —más o menos—. Los sábados a la mañana a lo mejor le daba un poquito más, 2 horas; y algún que otro domingo por la tarde otras 2 horitas; pero  no más que eso.

Estos nuevos vecinitos que tengo ahora parece que no hacen nada más que escuchar cumbia. Todo lo que hacen es eso. Viven por y para eso. Wiki-wiki-wiki-wiki-wiki todo el día. De lunes a lunes. Mañana tarde y noche. Y no conformes con darle al wiki-wiki-wiki, también cantan a los gritos: que tirate un paso, que se te ve la tanga, que el perreo, que mami para acá, que mami para allá y no se que otro montón de barbaridades más.

¡Volvé Andrecito! ¡Por favor, volvé!

¡Un piano de cola te compro para que puedas ensayar tus tangos!

Por favor, no me abandones en medio de esta locura.

Orfeo, el cachorro.

liriaDespués de bastante tiempo, finalmente coordinamos y nos encontramos con Juan, mi querido Juancito -como yo lo llamo-. Ir a su casa siempre es una aventura y una sorpresa. Juancito es un todo un personaje, tenemos formas de ser y de ver las cosas muy diferentes. Digamos que son esas diferencias que solo amalgama la amistad.

Juan: —¡Por fin llegaste! ¿Te pensás que tengo todo el día para vos?

Diego: —¡Juancito querido! ¡Dejá de rezongar y dame un abrazo!

Juan: —¡Cómo te gustan las maricona’! —me dijo con una sonrisa de oreja a oreja—.

Diego: —¿Qué es eso que veo ahí? —dije con los ojos abiertos como el 2 de oro—.

Juan: —Mi nuevo compañero. ¿Qué tal? —me dice mientras me hace pasar y cierra la pesada puerta de madera lustrada con media vuelta de llave—.

Diego: —¡No, no puede ser! Un par de meses que no nos vemos y hacés cualquiera. ¿Qué clase de bestia es esta?

Juan: —Un cachorro de Labrador. La misma raza que el de la película, ¿viste?

Diego: —¿Qué película?

Juan: —«Marley y yo» ¿La viste, no?

Diego: —¡Ah! Si. Ojalá que te salga peor que el de la película. —Dije mientras dejaba la mochila sobre una silla y me sacaba la campera—.

Juan: —«Orfeo» se llama éste. Y es bastante bravo….

Diego: —¡Uff! Pedazo de nombre que le pusiste. —Dije mientras me dejaba cae sobre el sofá que tiene en el living—.

Juan: —Ni idea. ¿Por?

Diego: —Orfeo fue un personaje mitológico…

Juan: —Antes que sigas ¿café o mate? —dijo asomándose por la puerta de la cocina—.

Diego: —Y, ahora que la yerba está cara dame mate. Así te hago un poco de daño, por lo menos.

Juan: —¡Dale! Bueno, seguí con eso de Orfeo

Diego: —Bueno, Orfeo fue un héroe de la Mitología Griega. Tocaba muy bien la lira —un instrumento de cuerdas—. Parece que era muy, muy bueno con la lira. Resulta que Orfeo se enamoró de Eurídice, que era una Ninfa —algo así como una deidad—.

Juan: —Deidad o no seguro que habrá estado buena la mina. Bueno, en esas cosas mitológicas siempre dicen que las minas estaban todas buenas.

Diego: —Parece que sí…. ¡Qué se yo! Al menos para Orfeo, Eurídice estaba buena. El tema es que el día de la boda Eurídice muere.

Juan: —¿Le dió un bobazo de la emoción? —dijo dejando caer la lengua hacia su izquierda y tomándose el pecho con ambas manos—.

Diego: —No, parece que fue mordida por una víbora.

Juan: —¡Eso por no fijarse donde mete los pies! ¡Típico! Emocionada con el casorio, las florcitas, los invitados y esas giladas metió la pata en cualquier lado, y ¡zácate!

Diego: —Y, puede ser…

Juan: —Amargo el mate, ¿no?

Diego: —¡Obvio! —Bueno, el tema es que Orfeo se amargó terriblemente. Andaba hecho una piltrafa por ahí el pobre tipo; meta tocar cancioncitas tristes con la lira, meta llorar todo el día; tal era la amargura de su música que conmovió el corazón de los dioses, y éstos le permitieron ir a buscarla, a rescatarla de la muerte.

Juan: —¿Y porqué no se la bajaron del cielo y listo? ¿Era lo más fácil, no?

Diego: —¡Porque no estaba en el cielo! Orfeo tuvo que ir a buscarla al Infierno. Los dioses le permitieron bajar hasta el inframundo para buscar, encontrar y traer de regreso a su amada.

Juan: —¡Uh! ¡Qué jodita! Digamos que no eran muy gauchos los dioses de aquella época.. —dijo mientras me alcanzaba el primer mate—.

Diego: —Orfeo entonces desciende al infierno, y encuentra a Eurídice, pero los dueños del infierno —porque los que mandan ahí abajo no son muy macanudos— le imponen una condición para poder llevarla con él: No debía verla durante todo el camino de regreso (ascenso) a la tierra; más aún: no debía verla hasta que los rayos del sol hayan cubierto todo su cuerpo.

Juan: —¡Uh! Ahora decime que salieron y estaba nublado…. ¡Y dale con el mate que no es micrófono!

Diego: —No, no. ¿Qué nublado? -dije mientras le devolvía el mate- Orfeo cumplió con la condición. Fue siempre delante de Eurídice, y aunque el camino era bastante largo, en ningún momento se volteó para verla.

Juan: —Peeeeeero —porque siempre hay un pero, ¿no?—.

Diego:. —Así es; y éste caso no es la excepción. La ansiedad pudo más que Orfeo. Ya habían llegado a la superficie de la tierra, y el sol había comenzado a cubrir a Eurídice, pero Orfeo se adelantó; sólo por unos segundos, pero se adelantó. El sol no había llegado a cubrirla toda, y aún mantenía la punta de un pié en el infierno cuando Orfeo se dió vuelta y la vió. En ese preciso momento Eurídice se desvaneció, frente a sus ojos, para siempre…..

Juan: —¡Joder!

Diego: —Y ya no hubo forma de poder hacer nada. Listo. Una oportunidad. Un error. Una pérdida.

Juan: —Como siempre….

—Fijate como te mira mi Orfeo —dijo Juan señalando al cachorro con la cabeza y estirando la mano para alcanzarme otro mate—.

Diego: —Y bueno, esa es —más o menos— la historia de Orefo. Así que como verás le pusiste todo un nombre a este cachorrito. Por lo menos es el nombre de un valiente, alguien que se animó a descender hasta el inframundo para rescatar a su amada.

Juan: —¡No me jodas! ¡Un gil este Orfeo! La verdad es que si la mina había ido a parar al infierno no debe haber sido muy buena, digamos que no valía mucho la pena. Ahí nomás tendría que haber sacado las cuentas, y buscarse otra, este muchacho Orfeo…..

Diego: —A lo mejor…..Qué se yo….

Juan: —Cómo te gusta almacenar porquerías en esa cabecita ¡eh! Siempre juntando información que no sirve para-nada.

Diego: —Pero lo hago sin querer, me sale solito —dije sonriente—. —Pero no me digas que no está buena la historia, che!

Juan: —Seee. Bueno, espero que cuando crezca mi Orfeo no sea tan gil como el mitológico, porque sino voy a renegar demasiado……

Diego: —¡Qué yerba horrible que usas, loco! ¿De dónde la sacaste?

Juan: —Los chinos. Estaba baratita, nomás.

Diego: —Veo….

Juan: —Bueno, a ver, contame a qué viniste, porque si vos llamaste y quisiste venir es porque con algún mambo andás….

Diego: —¡Ja! Algo así…….

Juan: —Espero que no sea como lo de Orfeo, que no estés por bajar al infierno….. ¡Y menos a buscar una mina; y menos pedirme que te acompañe!

Diego: —¿No tenés otra yerba? —dije con mi mejor cara de asco—.

Juan: —Si, obvio. Cambio la yerba y me contás.

Diego: —Dale. Che, ¿tenés algún casco de minería a mano?

Juan: —¡Me estás jodiendo!

Diego: —Mirá —dije en voz baja—. Aprovechá y si querés sacá una foto ahora mismo, porque bien sabés que a mi en otro momento como este no me vas a agarrar nunca más…

Juan: – Quedate así, por favor. No te vayas a mover…..

Juan se acomodó, buscó el ángulo y tomó una foto en la que estoy sentado en su sillón, con “su” Orfeo sobre mis piernas. Orfeo duerme tranquilamente; yo lo miro y sonrío.

¡Feliz Navidad!

Estas cosas son así: inevitables. Simplemente suceden. No preguntan, no avisan, no esperan. El tiempo avasalla; y acá estamos: nuevamente terminando otro año.

No se como te encuentra esta Navidad, pero la verdad es que posiblemente no importe, porque es Navidad de todas formas. Tampoco conozco tu fe, o tus creencias; y la verdad es que también creo que no importa mucho, porque estamos en Navidad; «es Navidad».

Esto quiere decir que sea por la razón que sea, y en las circunstancias que sea, la gente se encuentra, se reúne y comparte, generalmente, la cena del 24, y algunos el almuerzo del 25. Y esto es algo que se suele hacer muy poco a lo largo del año.

Ya que al universo, al mundo, o a lo que quieras, no le ha importando nada, y nos ha puesto nuevamente en estas fiestas y en este momento del año, hace lo mismo, no le des bola a nada, y trata de disfrutar. Juntáte con tu familia, con tu gente, y pasa un lindo y buen momento. No queda otra. Además, como si fuera poco, Noche Buena y Navidad son hoy y mañana. No hay otra, no hay Navidad en febrero, o en marzo. No.

Sé que posiblemente estas fiestas, o este fin de año te agarren en un momento de mierda, y que para eso tampoco hay otra, pero esta es la primera y última Navidad del 2010, y creo que estaría bueno que te quede algún buen recuerdo de ella.

Lo único que podemos elegir es entre pasarla bien, o mal. Para pasarla mal tenés todo el resto del año. Para amargarte y hacer reproches también.

Relajate, disfrutá. Hace lo posible por pasar una excelente Noche Buena y Navidad, que de eso es lo que se trata.

Desde acá, para todo el mundo: ¡Feliz Navidad!