De un tiempo a esta parte la oferta educativa gastronómica fue como un «boom»: diferentes lugares, con diferentes planes de estudio; orientaciones, alcances y posibilidades diferentes fueron apareciendo por todos lados. Esa oferta educativa fue bien recibida, y hoy los resultados están a la vista.
La educación gastronómica logró elevar sensiblemente el nivel y calidad de los platos que hoy se sirven en prácticamente cualquier restaurante. No es necesario ir a lugares selectos o exclusivos para encontrarse con platos bien elaborados, sabrosos, saludables y muy bien presentados. Por otra parte, la atención, aún deja mucho que desear.
Hoy en día resulta sorprendente la diferencia que hay entre la calidad de los platos y la calidad en la atención. Casi en cualquier lugar la atención es totalmente indiferente, despreocupada; casi que desinteresada. Meseros, camareros, mozos, que no saben cómo se sirven los platos, los ingredientes que incluyen o incluso su tamaño. Mozos que además de no saber que una ensalada debe servirse junto sus condimentos (aceite, sal, etc.), ignoran todo lo que pasa en el salón, tanto que pedirle esos condimentos resulta casi imposible. No te ven ni aunque levantes los dos brazos y las piernas al mismo tiempo. Puede tomarte 15 minutos poder pedir la cuenta y otros 15 minutos que te traigan el vuelto o la tarjeta (según corresponda).
Hay varios lugares a los que volvería con mucho gusto por la comida, pero a los que no vuelvo por la atención: me siento mal atendido, ignorado, casi que maltratado. No, no soy muy exigente, ni jodido, ni estoy acostumbrado a grandes cosas; ni a lugares delicados o exclusivos. Solo pretendo que desde que me siento hasta que alguien note que me senté pasen menos de 15 minutos. Pretendo que no se olviden o confundan de plato. Pretendo que los dos platos ─el mío y el de mi acompañante─ lleguen juntos. Pretendo que no se olviden y confundan mis bebidas con las de otra mesa. Pretendo que sepan si deben traer condimentos para alguno de los platos, y pretendo que noten cuando haya terminado de comer. No quiero que me saquen el plato antes de tiempo ni que me lo dejen 20 minutos después.
A lo mejor resulta excesivo, pero algo de simpatía y amabilidad nunca está de más. Quisiera poder volver a muchos lugares no solo por la cocina, sino también por la atención y amabilidad del salón.
Me gustaría que así como apareció una oferta educativa que mejoró y elevó el nivel de los platos, aparezca una oferta educativa que profesionalice y eleve el nivel de atención al cliente. Espero que los empresarios gastronómicos noten esta diferencia y que se preocupen por lograr un mejor servicio, una experiencia más balanceada entre atención y degustación.