Nuestros impuestos transforman.

biblioteca

Hace unos pocos días pasé frente a la Biblioteca Nacional. Siempre que veo ese edificio me llama la atención. Es un edificio raro. Me gusta; pero me parece raro.

En una de las paredes exteriores había un enorme cartel que informaba sobre todas las cosas disponibles en la Biblioteca, como música, partituras, películas, mapas, fotografías, y varias cosas más; porque sí, en la Biblioteca Nacional hay mucho más que libros. Y eso está buenísimo.

También se informaba sobre todas las actividades que se desarrollan en la Biblioteca y de las que se puede participar, como exposiciones, talles de lectura y de escritura, conciertos, conferencias, y muchas cosas más.

Me encantó ver ese cartel. Me pareció muy buena la idea de informar (o publicitar), desde la misma Biblioteca Nacional, todas las herramientas que ahí hay disponibles y todas las actividades que ahí se desarrollan.

Pero.

Pero al final del cartel había una leyenda, una frase que no me convenció. Decía: «y no tenés que pagar nada, porque la Biblioteca es tuya».

No me gustó esa frase. No me gusta. Alguna otra frase como: «y no tenés que pagar nada, porque tus impuestos se transforman en todo esto», o «y no tenés que pagar nada, porque tus impuestos vuelven en obras y en cultura», hubiera sido más acertada. Cualquier frase que enseñe, que eduque sobre la importancia del pago de impuestos creo que hubiera sido más acertada.

Cuando pagamos impuestos es posible que pasen esas cosas, sino no. La frase publicada, además, genera una idea ambigua o distorsionada sobre esa relación de propiedad, o pertenencia, o posesión sobre algo público, sea la Biblioteca Nacional, un tren o el banco de una plaza.

Si todos dejamos de pagar nuestros impuestos, todo eso desaparece: el edificio y todo su contenido. Todo se desvanece.

Nada de lo que está en la Biblioteca Nacional es mío. Nada de lo que está en la Biblioteca Nacional es tuyo. Pero con mi aporte y con el tuyo, con el pago de nuestros impuestos hacemos que sea posible, y que podamos acceder y tengamos a nuestra disposición increíbles recursos, herramientas y actividades que, sin duda, nos harán mejores personas y mejores ciudadanos.

Migrado a WordPress

Desde hoy este blog está «parado» sobre WordPress.
Luego de un largo análisis, idas y vueltas, decidí mudarme de Drupal a WordPress.
Drupal es un excelente CMS y CMF. Creo que es el mejor que existe por estos días; y también creo que se volvió demasiado complejo y grande como para solamente alojar un blog personal.

Comencé este blog con la versión 5 de Drupal, y fui actualizando hasta la versión 7. El upgrade de la versión 7 a la 8 es más complejo de lo que este blog amerita, y la versión 8 de Drupal es también más compleja -y pesada- de lo que este blog requiere. Es por eso de decidí seguir esta guía, armarme de paciencia para ajustar los detalles necesarios, y hacer finalmente el cambio.

Una nueva etapa. Veremos qué me espera más adelante.

Poda

Hace 3 o 4 años, más o menos, mi mamá hizo un curso/taller de jardinería. Dentro del temario había algunas clases dedicadas a la poda de platas y árboles.

Mi mamá creció en una casa con un jardín bastante grande, así que siempre estuvo en contacto con las tareas referidas al mantenimiento y cuidado de plantas, árboles y flores. Como suele suceder en estos casos, mi mamá fue aprendiendo de las cosas que su padre (mi abuelo) le iba contando y explicando.

Al llegar a las clases de poda mi mamá se sorprendió al encontrarse con que la forma y las técnicas de poda que ella había aprendido de su padre eran las correctas, estaban muy bien. Ella sabía según el tipo y tamaño de árbol (o planta) qué ramas y cómo podarlas, cómo hacer los cortes, con qué ángulo de inclinación; qué consideraciones tener según la edad, tamaño del árbol, etc.

Un día, al encontrarse con su papá, mi mamá le comentó ─con alegría─ que la forma en que ellos podaban las plantas en el jardín de su casa, estaba muy bien, que lo hacían de la forma correcta, tal como había explicado y enseñado el profesor en el curso de jardinería.

─Papi, ¿vos dónde aprendiste a podar?, ¿quién te enseño todo eso?

─Uff, ¡hace muchos años de eso! Yo lo aprendí en el colegio.

─¿En el colegio?

─Sí, en el colegio. En la primaria. Teníamos clases de jardinería donde aprendíamos todo eso. Era teoría y práctica. Todo. Nos enseñaban sobre los árboles de nuestra región, en qué épocas había que podarlos y cómo se debía podar cada uno. Eso de los ángulos de corte es para ayudar a que el árbol pueda cicatrizar mejor, para que las ramas sanen bien, que no se embichen, porque las ramas pueden llegar a pudrirse, incluso. Luego de aprender eso, según la época salíamos y podábamos las plantas y árboles del colegio. A veces también de la plaza o alguna parte de la ciudad, me parece….ya no me acuerdo bien.

Mi abuelo tiene hoy 86 años, y esto lo aprendió en su país natal, Slovenija (Eslovenia), hace como 75 años (él tenía unos 10 u 11 años de edad).

Me acordé de esta anécdota hoy, luego de ver como personal del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mutiló los árboles de mi barrio. Lo que hicieron es un desastre, está muy mal. De sólo ver como brota la savia de los cortes que hicieron en las ramas de los árboles uno intuye que eso no estuvo bien cortado, incluso que el árbol sufre por eso que hicieron. Me da toda la sensación que a las personas encargadas de mantener y podar los árboles de la ciudad no los capacitaron, no les explicaron ni siquiera mínimamente cómo podar un árbol, sólo los mandan a la calle con motosierras, algunas escaleras un camión y listo.

Con esto no pretendo hablar de la calidad educativa de ningún país, ni del nivel de exigencia de ningún colegio, tampoco hablar de los contenidos curriculares, ni de las diferencias entre la educación de hace 80 años con la de ahora. De hecho no tengo ni idea si en Slovenija aún enseñan estas cosas.

Con esto, a lo sumo, pretendo hablar sobre la consideración, amor y respeto por nuestro medio ambiente, por el interés en cuidarlo de la mejor forma posible; en este sentido, al menos en mi barrio, parece que queda mucho, mucho por hacer y aprender.

Indique su destino

catchmeMe sorprende la liviandad con la que las máquinas expendedoras de boletos exigen (porque lo exigen, no es algo opcional) que uno indique su destino; ¡como si eso fuera tan fácil! Pudiendo utilizar frases como «hasta donde viaja», «final de su viaje», o cosas por el estilo, ellas se han empeñado en solicitar que «indiquemos nuestro destino», y no conformes con esto limitan la elección de nuestro destino a una serie de 10 o 15 localidades o estaciones, como si éstas pudieran englobar o abarcar todo nuestro destino. Veo difícil que «Floresta» pueda incluir «infortunio, felicidad, futbolista, amor, escritor, orador», por nombrar sólo algunos destinos que alguna persona podría tener —o añorar— para su vida. ¿Será acaso éste un artilugio del mismo destino y una forma de lograr nuestra indiferencia frente a semejante palabra o frase? Las personas desfilan indiferentes frente a las máquinas, y sin dudarlo señalan que su destino es «Villa Rosa», por ejemplo, y así vacían -inconscientemente- de sentido y contenido a la palabra «destino».

Algún intento de engaño creo que hay en todo esto. En otros idiomas hay palabras especiales para referirse al destino en tanto esa fuerza superior y desconocida que marca y señala el camino de nuestras vidas, y al destino en tanto la meta o punto final de un viaje. Por ejemplo en inglés se utiliza destiny para el primero de los casos y destination para el segundo. De esta forma, una máquina expendedora de boletos nunca le solicitará a alguien indique su destiny, sino que solicitará, por el contrario, que el usuario indique su destination.

Afortunadamente nos queda bajo la manga el artilugio del truco; del engaño. Indicarle a esta máquina que nuestro destino es «Colegiales», por ejemplo. Nosotros sabremos muy bien que ése no es nuestro destino, y que tampoco descenderemos en esa estación; pero la máquina creerá habernos engañado, se creerá conocedora de nuestro destino y nos dará nuestro boleto. Ambos habremos logrado lo que nos proponíamos, pero sin duda nosotros habremos ganado.

Recuerdos

No sé si tengo muchos recuerdos de mi niñez, pero sí tengo muchos recuerdos muy nítidos, como si fueran de ayer. Éste es uno de ellos:

Yo tenía unos 6 años, aproximadamente. En mi casa los mayores hablaban de política y sobre lo malo (torpes) que eran los políticos. En un momento le dije a mi papá: «bueno, si los de ahora son tan malos, está bien, porque los que vengan van a ser mejores.» Él me dijo: ─Ojalá que sí, pero hay un refrán que dice: «otros vendrán, que bueno me harán»; y luego me explicó un poquito lo que eso significaba.

Hasta hoy el refrán siempre se cumplió. Y me da miedo pensar que siga cumpliéndose.

Treinta y dos

globos    «Todos los números son interesantes», dijo Martin Gardner, y mucha razón tenía.

32 es la quinta potencia de dos,
es el código telefónico internacional de Bélgica.
A los 32º Fahrenheit el agua se congela;
32 piezas se disponen sobre un tablero de ajedrez,
y hay 32 piezas dentales hay en nuestra boca.
32 es también un número compuesto,
al mismo tiempo que es un número defectivo.
Por estas, y algunas otras cosas
32 es un número interesante y especial.

Solemos prestar atención a los cambios de década, pero cumplir 32 años tienen una particularidad muy interesante; casi más interesante que un cambio de década. Hasta el año pasado, yo podía describir mi edad utilizando 5 bits —los mismos 5 bits que vengo utilizando desde los 16—, pero a partir de hoy necesito, como mínimo, 6 bits. Esto es bastante importante e interesante, ya que, con estos 6 bits, me alcanzará hasta los 63 años.

Por estas, y varias cosas más, el cumpleaños número 32 es muy especial; y créanme que estoy muy contento y feliz de poder cumplirlos.

¡Feliz cumpleaños a mi! 🙂

No me subo a la SUBE

Desde el 06/08/2012 la tarjeta SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico) entró en vigencia; esto es: Si tenés la tarjeta, el boleto de trenes y colectivos —en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires— te cuesta un poco menos que si no la tenés (el sistema es «único», pero no funciona en todo el país. No sé porqué). Yo soy uno de los que no tiene la tarjeta. No la tramité y no tengo pensado tramitarla. Las razones por las que no me subo a la SUBE son las siguientes:

Privacidad

Para obtener la tarjeta del SUBE es necesario dar unos cuantos datos personales que considero innecesarios y excesivos. Tener que dejar registro del número de DNI, domicilio, teléfono y algunos otros datos me parece demasiado. Considero, además, que el día de mañana, alguien puede hacer uso indebido de la información que pueda reunirse a partir de esta tarjeta, su propietario, y su uso. Si mal no recuerdo el plan SUBE se originó debido a la falta de monedas (en la Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, las expendedoras de boletos de los colectivos funcionan sólo con monedas). En ese momento el problema eran las monedas, y no se hablaba de otra cosa, por lo que recolectar datos personales se hacía un poco difícil de explicar y justificar. Luego se argumentó que al tener los datos personales de todos los usuarios del sistema SUBE, se podría subsidiar el costo del viaje a las personas que más lo necesiten. Esta aplicación de subsidios dirigida implica, inevitablemente, un cruce de información bastante detallado y minucioso: a nadie se le dará un subsidio sólo por tener un número de documento lindo, par, capicúa o algo por el estilo. De esta forma, y con ese argumento —un poco más razonable y temerario—, comenzaron a exigir los datos personales. Y digo exigir porque si no das los datos, no te dan la tarjeta, no podes decir: «Dame una tarjeta anónima y no me des el subsidio». Ya sea que luego vayas a recibir el subsidio o no, tenés que dar los datos personales que te exigen.

Operatoria

Con la tarjeta SUBE uno lo que hace es poner dinero en una cuenta. A diferencia de otros sistemas donde uno compra viajes, con la tarjeta SUBE uno deposita dinero en una «cuenta» y luego, con ese dinero, paga sus viajes. La diferencia es la siguiente: Si uno compra hoy 20 viajes, y mañana el costo del viaje aumenta, no importa, los 20 viajes ya están comprados; uno dispone de 20 viajes que puede utilizar cuando quiera. En cambio, con la tarjeta SUBE, si hoy se depositan $20 y mañana el boleto aumenta, y pasa a costar $10, sólo se pueden hacer 2 viajes ($10 cada viaje). Uno adelanta dinero (y digo que lo adelanta porque uno se deshace del dinero) sin ningún beneficio a cambio.

En mi caso, no tener la tarjeta SUBE me incrementó el costo de cada viaje en $0,75. Es una diferencia que hoy puedo pagar; y que prefiero pagar a cambio de defender mis convicciones y mi privacidad. No está bueno que nos acostumbremos a dar datos personales tan fácilmente, y últimamente lo hacemos con mucha frecuencia; incluso sin darnos cuenta. No importa lo que pienses del SUBE, o qué opines de las personas que ahora lo están impulsando, promoviendo y juntando datos, una vez que diste tus datos, los diste; tenés que pensar que pueden hacer con esos datos las peores manos en las que puedan caer, no las mejores. No importa si los que están ahora son buenos, o son tus amigos, pueden venir luego —y lamentablemente seguro vendrán— otros que no sean ni buenos ni tus amigos, y ellos ya van a tener todos tus datos, tus costumbres y tus movimientos a su disposición.

Entiendo que no todos los casos son iguales, que no todas las situaciones son iguales y que a todos nos aprieta el zapato en un lugar distinto, pero si estás de acuerdo con alguno de los argumentos, deberías defenderlo. Adelantar plata así como así no está bueno, y defender nuestra privacidad es nuestra obligación. Costó mucho conseguir nuestros derechos, y no merecen ser mal vendidos, al contrario, merecen nuestro compromiso y nuestra contante lucha por defenderlos, mantenerlos e incluso mejorarlos.

Un día completito

Hoy es un día bastante particular, y completito….

Por un lado acabo de cambiar, otra vez, de década. Hoy cumplo 30 años. Ya verlo escrito me llama bastante la atención. Creo que me llama un poco la atención porque no siento para nada esa edad; pero la tengo.

Por otro lado hoy también cumplo 1 año de casado. Imagináte que si me llama la atención pensar que tengo 30, ¡Cuánto más que acabo de cumplir 1 año de casado!

Estoy muy feliz por los dos motivos. Creo que ninguno de los dos motivos es más importante que el otro. Son distintos, y cada uno tiene su especialidad e importancia en mi vida.

Agradecer por los 30 años cumplidos sería, posiblemente, una lista muy, pero muy larga; y muy variada. A todos los que corresponda. Gracias.

Por el aniversario de casamiento, la lista es más breve: A mi esposa Emilce. Gracias. ¡Te amo!

Ha sido un año fabuloso al lado de ella. Me ha demostrado un amor incondicional y constante. No es fácil estar a mi lado y aguantarme. La verdad es que no sé cómo hace.

Seguro que pensaste “¡ah! se casó el mismo día de su cumpleaños“. Sí, así es. Es una excelente técnica para acordarme siempre del aniversario de casamiento. Creo que así me voy a ir convirtiendo en uno de esos pocos hombre que siempre, siempre, recuerde su aniversario de casamiento. 😉

Actualización:

Todo bien con el aguante de mi esposa; pero pensándolo bien creo que no es tan así. A continuación una muestra de los maltratos que suelo tolerar:

 
  

¡Ouch!

Esto comienza con unas mejoras que hice en el proxy de un cliente. Se habían agregado algunos controles de acceso, filtros de contenidos, y otras cosas de ese estilo.

Todo parecía ir bien; muy bien. Una de esas implementaciones transparentes, en las que el usuario final ni siquiera se da cuenta de los cambios y mejoras realizados. Pero siempre hay un “pero…”, o un “hasta que…“, y en este caso lo fue el llamado de Paula. Continue reading ¡Ouch!

Diálogo

[ … ]

Vecino: Y ¿Viste?, Así es el ritmo de estos tiempos, uno se ve con sus vecinos todos los días pero casi que no los conoce.

Diego: Si, lamentablemente es así…

Vecino: ¿Vos a que te dedicas, che?

Diego: Trabajo en sistemas, básicamente.

Vecino: ¡Ah!, ¡Qué bien! Esa es una profesión con futuro. Ahora todo está conectado a una computadora, o a Internet.

Che, vos sabes que justamente tengo un problemita, ¡Que debe ser una pavada!, con unas películas que compramos por ahí. El tema es que no se ve nada. El sonido se escucha bien, pero no se ve la imagen.

Diego: Ajá. Que cosa rara….

Vecino: ¿Vos no le podrás pegar una miradita? Seguro que es una pavada.

Diego (Tratando de sacárselo de encima): Ando medio complicado de tiempo, tendríamos que ver de coordinar en algún momento. Además, eso no es mi especialidad.

Vecino: Pero eso no debe ser algo complejo. Digo, porque hoy en día ver películas es muy común en las computadoras.

Diego: Si, pero como todas las actividades, o profesiones, hay áreas de especialización; y la verdad que el área multimedia -así se llama a esa rama de la informática-, no es para nada mi especialidad. Esto pasa en todas las actividades, ¿vio? ¿Usted a que se dedica, por ejemplo?

Vecino: No, lo mío nada que ver, yo tengo una carpintería. Está de acá a unas 20 cuadras. Soy uno de los más viejos del barrio. Hace un montón que estoy ahí.

Diego (con una sonrisita en la boca): ¡Ah!, ¡Qué bien! ¿No me haces una mesa?

Vecino: Silencio

Diego: Silencio

Vecino: Bueno, Diego, me tengo que ir, che. Un gustazo. Después algún día veremos eso de los vídeos.

Diego: No hay problema. Un gusto para mi también. Nos vemos.

Últimamente ando con bastante poca paciencia, y con muy pocas pulgas, pero este diálogo y post no tienen nada que ver con mi estado de ánimo ni emocional.

Desde hace algún tiempo manejo la teoría de que la gente no se escucha a sí misma cuando habla. Valga entonces, este post, como constancia de mi primer experimento sobre este tema.