Sobre Agnes Bojaxhiu (Teresa de Calcuta)

Por Martín Caparrós.

Algo me molestó desde el principio. Llegué al moritorio de la madre Teresa de Calcuta, en Calcuta, sin mayores prejuicios, dispuesto a ver cómo era eso, pero algo me molestó. Primero fue, supongo, un cartel que decía “Hoy me voy al cielo” y, al lado, en un pizarrón, las cifras del día: “Pacientes: hombres: 49, mujeres: 41. Ingresados: 4. Muertos: 2”. En el pizarrón no existía el rubro “Egresos”. En el moritorio de la madre Teresa, su primer emprendimiento, la base de todo su desarrollo posterior, no hay espacio para curaciones. Continue reading Sobre Agnes Bojaxhiu (Teresa de Calcuta)

Empecé a morir en las cárceles de la dictadura

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Quiero transcribir una nota publicada en el diario Clarín del día 03/03/12. El artículo me impactó y está acá por dos motivos: compartirlo con más gente, y duplicarlo: para que sea más difícil que se pierda.

Por Daniel Molina, periodista y crítico cultural.

¿Puede un hombre estar huérfano de futuro? Esa imposibilidad marcó a los prisioneros políticos que pasaban de la picana y de la privación del sueño a meses de absoluto aislamiento, sin saber qué les esperaba. Algunos imaginaron una vida paralela para mantenerse en pie.

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Recuerdos

No sé si tengo muchos recuerdos de mi niñez, pero sí tengo muchos recuerdos muy nítidos, como si fueran de ayer. Éste es uno de ellos:

Yo tenía unos 6 años, aproximadamente. En mi casa los mayores hablaban de política y sobre lo malo (torpes) que eran los políticos. En un momento le dije a mi papá: «bueno, si los de ahora son tan malos, está bien, porque los que vengan van a ser mejores.» Él me dijo: ─Ojalá que sí, pero hay un refrán que dice: «otros vendrán, que bueno me harán»; y luego me explicó un poquito lo que eso significaba.

Hasta hoy el refrán siempre se cumplió. Y me da miedo pensar que siga cumpliéndose.

En memoria del Dr. René Favaloro

rane_favaloroAño 2000. Argentina estaba sumergida en una gran crisis económica y política. La Fundación Favaloro estaba endeudada en US$ 75 millones. El Dr. René Favaloro pidió ayuda al gobierno. No recibió ninguna respuesta oficial.

Tras su muerte se supo que le había enviado una carta al entonces Presidente de la Nación, el Dr. Fernando de la Rúa; la carta nunca había sido leída. En la carta Favaloro expresaba su cansancio de «ser un mendigo en su propio país» y solicitaba ayuda para recaudar fondos para la Fundación. Además, expresaba que la sociedad argentina necesitaba su muerte para tomar conciencia de los problemas en los que estaba envuelta.

Hasta hoy, 13 años después, tenemos que decir que estaba equivocado: su muerte no ayudó a que los argentinos despertemos de los problemas que nos envuelven, y lo peor: su sacrificio está cayendo en el olvido.

Esta fue la última carta que el Dr. Favaloro nos dejó:

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La granja. La rebelión. La victoria.

[…] Y los animales oyeron, procediendo de los edificios de la granja, el solemne estampido de una escopeta.

—¿A qué se debe ese disparo? —preguntó Boxer.

—¡Para celebrar nuestra victoria! —gritó Squealer.

—¿Qué victoria? —exclamó Boxer. Sus rodillas estaban sangrando, había perdido una herradura, tenía rajado un casco y una docena de perdigones incrustados en una pata trasera.

—¿Qué victoria, camarada? ¿No hemos arrojado al enemigo de nuestro suelo, el suelo sagrado de “Granja Animal”?

—Pero han destruido el molino. ¡Y nosotros hemos trabajado durante dos años para construirlo!

—¿Qué importa? Construiremos otro molino. Construiremos seis molinos si queremos. No apreciáis, camaradas, la importancia de lo que hemos hecho. El enemigo estaba ocupando este suelo que pisamos. ¡Y ahora, gracias a la dirección del camarada Napoleón, hemos reconquistado cada pulgada del mismo!

—Entonces, ¿hemos recuperado nuevamente lo que teníamos antes? —preguntó Boxer.

—Esa es nuestra victoria —agregó Squealer.

George Orwell (Rebelión en la Granja)

Minería «a cuento abierto»

Hace poco escribí algo sobre la lixiviación, un proceso tan controversial como peligroso y contaminante. Ese artículo finalizaba con la invitación a informarnos sobre ese proceso y sobre la minería a cielo abierto en general, porque —decía— no teníamos otra forma de poder defender nuestros recursos naturales. Decía también que a través de nuestros representantes podíamos (o debíamos) exigir la aplicación de los controles necesarios. En este punto estamos complicados, o por lo menos nos queda mucho camino por recorrer.

Una de las provincias más afectadas por la minería a cielo abierto —y por la lixiviación— es la provincia de San Juan. Seguramente te suena (aunque sea de nombre) Pascua-Lama. Pascua es una localidad que pertenece a Chile y Lama, pertenece a San Juan, Argentina; Pascua-Lama es el nombre que se le dio a un gran proyecto de minería a cielo abierto que ocupa las dos localidades. Este proyecto fue conflictivo desde sus comienzos, y su autorización, habilitación e impacto ambiental fueron algunos de los temas que se trataron en la Cámara de Diputados de la Nación. Mirá lo que decían algunas personas que —se supone— nos representan:

Sr. Tomás, Hector Daniel (Diputado por San Juan. Frente Para la Victoria)

[…] Hoy, el oro se saca de la roca utilizando cianuro, pero no es el cianuro que contamina, sino un cianuro que se diluye con agua y cal. Este es el cianuro que se utiliza en un sistema de reciclado de agua, porque no vamos a derrocharla. No nos sobra el agua.

Hector Daniel Tomas dijo esto en la Honrable Cámara de Diputados el 14 de Julio de 2010, con motivo de tratarse el régimen de presupuestos mínimos para la preservación de los glaciares y del ambiente periglacial. Si te parece que no puede ser, podés leerlo vos mismo desde acá; desde la página de la Cámara de Diputados.

El señor Tomás desconoce que:

  1. No existe el cianuro que no contamina. Sólo existe el cianuro; y es altamente tóxico y contaminante.
  2. En el proceso de lixiviación, al agua cianurada se le agrega cal para evitar su gasificación, un gas tan dañino que incluso trabajando a cielo abierto las proximidades pueden compararse con una cámara de gas.

Pero el señor Tomás no estaba solo:

Sr. Gioja, Juan Carlos (Diputado por San Juan. Frente Para la Victoria)

[…] Se dice que en el emprendimiento minero se utilizan 230 millones de metros cúbicos de agua. Este dato proviene de una ignorancia absoluta. En principio, no se consume ni un litro de agua: sí se usa el agua pero, luego de utilizada, se clarifica y vuelve al río. Esta es una muestra de la cantidad de zonceras que se están diciendo.

Está claro, ¿no? No se consume ni un litro de agua. Bueno, sí, pero vuelve clarita al río, porque todos sabemos que agua clara no puede ser agua contaminada. Si también te parece una exageración que un diputado pueda haber dicho esto, también lo podés leer de la página de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación; acá.

¿Ves porqué es imprescindible que estemos mínimamente al tanto de estas cosas? Estos tipos, incluso sabiendo que lo que dicen queda registrado y es de acceso público, dicen cualquier barbaridad, no les importa. Parece que no tienen ningún interés en representarnos, y mucho menos en defender lo público, ni en defender nuestros recursos naturales.

Hay dos cosas que podemos rescatar:

  1. Tenemos que informarnos más para poder exigir y controlar, no alcanza con votar. Incluso luego tenemos que poder controlar a quienes votamos.
  2. Tomás y Gioja no debería obtener nunca más una banca en diputados (ni en ningún cargo público)

Quienes deberían representarnos y poner los intereses nacionales por delante de cualquier cosa, evidentemente no lo hacen. Yo puse acá dos casos que a mi me llamaron la atención, pero no es por culpa exclusiva de estos dos tipos que el proyecto Pascua-Lama esté hoy en día funcionando, contaminando el agua y la salud de miles de Argentinos.

Lamentablemente estas cosas es más difícil revertirlas que evitarlas. Creo que ahora, más que antes, está —casi exclusivamente— en nosotros exigir el tratamiento y revisión de todo lo hecho. No creo que veamos mucha iniciativa por parte de los gobiernos, incluso tampoco por parte de los grandes medios de comunicación, somos nosotros los que tenemos que exigir el tratamiento de estos temas, y sin duda, para eso, tenemos que saber mínimamente de qué se trata todo esto.

Algunos lugares donde podés encontrar más información:

No me subo a la SUBE

Desde el 06/08/2012 la tarjeta SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico) entró en vigencia; esto es: Si tenés la tarjeta, el boleto de trenes y colectivos —en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires— te cuesta un poco menos que si no la tenés (el sistema es «único», pero no funciona en todo el país. No sé porqué). Yo soy uno de los que no tiene la tarjeta. No la tramité y no tengo pensado tramitarla. Las razones por las que no me subo a la SUBE son las siguientes:

Privacidad

Para obtener la tarjeta del SUBE es necesario dar unos cuantos datos personales que considero innecesarios y excesivos. Tener que dejar registro del número de DNI, domicilio, teléfono y algunos otros datos me parece demasiado. Considero, además, que el día de mañana, alguien puede hacer uso indebido de la información que pueda reunirse a partir de esta tarjeta, su propietario, y su uso. Si mal no recuerdo el plan SUBE se originó debido a la falta de monedas (en la Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, las expendedoras de boletos de los colectivos funcionan sólo con monedas). En ese momento el problema eran las monedas, y no se hablaba de otra cosa, por lo que recolectar datos personales se hacía un poco difícil de explicar y justificar. Luego se argumentó que al tener los datos personales de todos los usuarios del sistema SUBE, se podría subsidiar el costo del viaje a las personas que más lo necesiten. Esta aplicación de subsidios dirigida implica, inevitablemente, un cruce de información bastante detallado y minucioso: a nadie se le dará un subsidio sólo por tener un número de documento lindo, par, capicúa o algo por el estilo. De esta forma, y con ese argumento —un poco más razonable y temerario—, comenzaron a exigir los datos personales. Y digo exigir porque si no das los datos, no te dan la tarjeta, no podes decir: «Dame una tarjeta anónima y no me des el subsidio». Ya sea que luego vayas a recibir el subsidio o no, tenés que dar los datos personales que te exigen.

Operatoria

Con la tarjeta SUBE uno lo que hace es poner dinero en una cuenta. A diferencia de otros sistemas donde uno compra viajes, con la tarjeta SUBE uno deposita dinero en una «cuenta» y luego, con ese dinero, paga sus viajes. La diferencia es la siguiente: Si uno compra hoy 20 viajes, y mañana el costo del viaje aumenta, no importa, los 20 viajes ya están comprados; uno dispone de 20 viajes que puede utilizar cuando quiera. En cambio, con la tarjeta SUBE, si hoy se depositan $20 y mañana el boleto aumenta, y pasa a costar $10, sólo se pueden hacer 2 viajes ($10 cada viaje). Uno adelanta dinero (y digo que lo adelanta porque uno se deshace del dinero) sin ningún beneficio a cambio.

En mi caso, no tener la tarjeta SUBE me incrementó el costo de cada viaje en $0,75. Es una diferencia que hoy puedo pagar; y que prefiero pagar a cambio de defender mis convicciones y mi privacidad. No está bueno que nos acostumbremos a dar datos personales tan fácilmente, y últimamente lo hacemos con mucha frecuencia; incluso sin darnos cuenta. No importa lo que pienses del SUBE, o qué opines de las personas que ahora lo están impulsando, promoviendo y juntando datos, una vez que diste tus datos, los diste; tenés que pensar que pueden hacer con esos datos las peores manos en las que puedan caer, no las mejores. No importa si los que están ahora son buenos, o son tus amigos, pueden venir luego —y lamentablemente seguro vendrán— otros que no sean ni buenos ni tus amigos, y ellos ya van a tener todos tus datos, tus costumbres y tus movimientos a su disposición.

Entiendo que no todos los casos son iguales, que no todas las situaciones son iguales y que a todos nos aprieta el zapato en un lugar distinto, pero si estás de acuerdo con alguno de los argumentos, deberías defenderlo. Adelantar plata así como así no está bueno, y defender nuestra privacidad es nuestra obligación. Costó mucho conseguir nuestros derechos, y no merecen ser mal vendidos, al contrario, merecen nuestro compromiso y nuestra contante lucha por defenderlos, mantenerlos e incluso mejorarlos.

DoblePensar

Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doblepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volver a traerlo a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar.

George Orwell (1984)