Quiero compartir una historia que Darwin cuenta en su libro El origen del hombre. Luego de haber explicado su Teoría de la evolución en El origen de las especies, Darwin aplica las mismas ideas evolutivas pero focalizadas en la evolución de la especie humana, especialmente en su evolución biológica. En este libro Darwin aborda temas como la psicología evolutiva y la ética evolutiva. Según el autor, la historia es verídica, y él la utiliza para hablar sobre la evolución de la cultura y la sociedad.
El doctor Landor cumplía las funciones de magistrado (lo que hoy sería un Juez) en el Oeste de Australia. Un día un nativo que acababa de perder a su esposa (a raíz de una enfermedad) fue a decirle que «se marchaba a una tribu lejana a asesinar a una mujer, como sacrificio a la memoria de su esposa». El magistrado lo amenazó con enviarlo directo a la cárcel, para siempre, si es que cometía ese asesinato; así que el nativo permaneció en la granja durante algunos meses, pero fue adelgazando hasta quedarse en los huesos; se quejaba de que no era capaz de comer ni de descansar, ya que el espíritu de su esposa le perseguía por no haber cobrado una vida en pago de la de ella.
Acá me gustaría hacer una pausa, y que puedas pensar un momento en esa parte del relato, sobre todo en el nativo y su pensamiento. El relato continúa, no sólo para cerrar la historia, sino para agregar más ideas y pensamientos referidos a la evolución cultural del hombre.
El juez se mantuvo firme en su amenazas, asegurándole que nada le salvaría del castigo si llevaba a cabo su crimen. Finalmente el hombre desapareció y no volvió hasta un año después; su aspecto era entonces mejor que nunca y su otra esposa (su nueva esposa) explicó al doctor Landor que el nativo había cumplido su misión, matando a una mujer de una tribu lejana. Era imposible obtener pruebas legales de semejante acto. El nativo no fue encarcelado.
El incumplimiento de una regla que la tribu considera sagrada —señala Darwin— da lugar a los sentimientos más profundos, y esto no tiene nada que ver con el instinto social, excepto en la medida en que esa regla se base en el criterio de la comunidad.
La pregunta que fácilmente surge es: ¿alguien puede creer, hoy en día, que ese australiano que asesinó a una mujer estaba cumpliendo el propósito de su vida y los mandatos de su difunta esposa? Sin duda alguna, todos responderíamos que no.
Está claro que el nativo de la historia se sometía al juicio de sus semejantes (sus iguales en la tribu), y eso era lo único que le importaba, y no los consejos o juicio del magistrado o los de cualquier otro. Por otro lado, cuando el doctor Landor (o cualquiera de nosotros) examina el asunto, emitimos un juicio completamente distinto, ya que aplicamos las normas de nuestra propia comunidad, y de nuestros propios tiempos.
Seguramente que con varios atenuantes y muchas diferencias, este tipo de historias se han ido repitiendo a lo largo de nuestra historia y evolución como seres humanos: cosas que ahora nos parecen espantosas, o demenciales, antes resultaban normales y naturales, y como si fuera poco, nadie se horrorizaba de su realización.
La historia se repite al mismo tiempo que avanza. Nuestra sociedad tiene hoy creencias y convicciones sobre las que toma acciones y decisiones que dentro de algunos años van a ser vistas como barbaridades; como locuras; cosas que seguro se superarán, pero que a los ojos de nuevas generaciones y culturas más evolucionadas nos harán parecer y quedar como seres inferiores.